Amanece un nuevo día en el piso 13 del Aranvert Kyoto. ¿Habrá terremoto hoy? Qué emoción.
Es temprano porque hoy vamos a pasar el día a Osaka, pero primero queremos ir al mercado Nishiki a ver qué se cuece. Está justo al norte de Shijo-dori, la arteria principal comercial del centro de Kyoto y que resulta ser el único sitio de la ciudad con wifi gratis gracias a una bendita iniciativa de los comerciantes de la zona.
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Cómo van las señoras japonesas al mercado. Ni de boda... |
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Tortillería. |
Como viene siendo habitual, el mercado consiste en unas cuantas calles sobre las que se ha instalado un techo para evitar que la lluvia arruine la actividad comercial. Es un mercado bastante aséptico en el que la mayoría de los locales están dedicados al pescado seco y encurtidos. Hay también algún puesto de tortillas tras el que un ejército de mancebos cocinan tortillas con mucha habilidad. Tortillas de esas japonesas que se enrollan en forma de canuto. Desayunamos unos pulpitos pinchados en un palo. Están encurtidos, creo. Hay mil cosas apetitosas que no se sabe lo que son, pero no es un mercado de verdad, parece un poco artificial y tiene poca vida. Debe ser el equivalente a estos mercados gourmet para tapear que están proliferando por aquí. Esa mierda en la que entramos para estar incómodos y pagar por las cosas mucho más de lo que valen.
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Suculentos pulpitos. |
Aquí no hay tanta gente. De hecho no hay ni dios, así que cogemos el camino de la estación y tomamos el tren a Osaka (unos 30 minutos).
Primero vamos a la bahía, donde está la famosa noria y el acuario. Hay que coger el metro desde la estación JR Osaka. Para empezar la gente en Osaka es bastante poligonera. Físicamente son como en Kyoto, pero parece que se compran la ropa en Modas Kalambre. Tíos con mechas rubias, camisetas tie-dye, animal print y mucho top. Entonces, recapitulando: en Tokio lo poligonero es parecerse a un efebo hentai, pero aquí en Osaka lo poligonero es igual que en cualquier polígono español, pero con ciertos toques suburban Saigon.
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No es la Expo de Sevilla, no. |
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Osaka desde la noria. |
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La noria desde Osaka. |
Bien. La noria es muy recomendable, por las vistas de toda la bahía y la ciudad. Se ve hasta Kobe. El acuario ya no tanto. Quiero decir que a mí no me interesa tanto aunque se supone que es uno de los mejores acuarios del mundo. Se entra por arriba y se va bajando en espiral alrededor del corazón de agua del edificio. Además de pescado hay pingüinos, delfines, focas, nutrias y capibaras. Y se puede utilizar la nintendo DS como guía multimedia interactiva del museo.
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Las medusas son bastante decorativas. |
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Mamarrachismo en primer grado. |
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Aquí esperando que haya sitio libre para comer. |
Como siempre, sale a relucir el zampabollos que hay en mí, así que os voy a contar lo de las bolas de pulpo. Aquí entre la noria y el acuario hay un centro comercial lleno de sitios para comer basurilla. Hay bolas de pulpo por todas partes porque son típicas de Osaka, pero en plan McDonnald’s. Pero afortunadamente, cuando veníamos del metro, Andrés se quedó con la copla y localizó por la calle un antro donde estaban a mitad de precio, así que acudimos. En el sitio hay cinco personas y no cabe nadie más; toca esperar en la puerta. Una anciana encorvada atiende el negocio y sólo sirve takoyaki y okonomiyaki. Que son respectivamente bolas de pulpo y esa especie de tortilla con mil cosas que ya comimos en Tokio. Pedimos una ración de casa cosa. La docena de takoyaki cuesta 500¥ y está de rechupete. El okonomiyaki también mejor que el de Tokio. Se sirve todo con esa ralladura de atún seco y una especie de mahonesa con mostaza y una salsa espesa de soja y una especia verde rallada. Riquísimo y pintoresco. Nos vamos más que satisfechos por el trabajo bien hecho.
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No me diréis que no tiene buena pinta. |
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Cacé a la señora cocinera-camarera. |
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Una docena de takoyaki bien vale desprenderse de su primogénito. |
Tomamos el metro hasta Honmachi y bajamos caminando hasta Dotombori, el lugar que se supone inspiró los paisajes nocturnos de Blade Runner. De camino hasta aquí se pasa primero por una zona comercial moderniqui en la que predominan las tiendas de ropa sofisticada y luego da paso a otra zona comercial de calles convertidas en galerías donde reina la franquicia, cafetería y tienda surtida para turistas.
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Dotonbori by day. |
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El animal print llega al mundo ninja. |
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Esta postura se tiene por sexy. |
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La noria gigante de la tienda Don Quixote en Dotonbori. |
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Osaka sunset. |
Aquí la gente no es tan poligonera como en la bahía y están exactamente en el punto equidistante entre la excentricidad alien de Tokio y la elegancia de Kioto. Pasamos la tarde tomando un té verde con leche, entrando a un par tiendas y paseando. Aquí damos una vuelta completa a un Don Quixote enorme que hay a la orilla del río con una noria gigante ovalada en su fachada. La noria está parada, pero la tienda por dentro es una locura. No sólo venden cualquier cosa que puedas imaginar entre un pollo de goma, calamares resecos, ropa interior galáctica, pestañas postizas o neveras, sino que el espacio transitable y la cantidad interminable de plantas hacen del sitio un laberinto tridimensional. Las tiendas Don Quixote tienen su propia sintonía que suena todo el rato y a ti te vuelve loco pero a los japoneses parece inducirlos a aflojar el monedero.
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Cuando cayó la noche tomamos un par de fotografías y nos volvimos andando a la estación central de Osaka. Hubo cierto error de cálculo en la longitud del camino y las reservas de energía que nos quedaban y llegamos al tren hechos trizas. El camino consistió en subir una avenida todo el tiempo, pero al final, cerca de la estación, el paisaje se vuelve mucho más atractivo y sórdido. Mucho neón y callejuela, al estilo Shinjuku. Para entrar en la estación hay que pasar un laberinto scalextric de túneles subterráneos y pasos elevados y atravesar otro laberinto comercial una vez dentro.
De vuelta en Kioto sólo hubo fuerzas para volver a cenar en el sitio de noodles de pagar en máquina que hay junto al hotel y repetir la sagrada ceremonia: onsen, agua con hielo, fotos y cama.
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