Nos levantamos con la intención de ir a misa. No por estar uno fuera de su país debe descuidar ciertas obligaciones y necesidades del espíritu. Natalia —hola, Natalia— me ha hablado de la Primera Iglesia Corintia Baptista de Harlem (116 st. con Adam Clayton Powell), así que allí nos personamos y espirutuamos.
Pero de camino hacemos una visitilla al campus de Columbia, acordándonos de los créditos de La red social y de Meadow Soprano —hola, Raquel—. Aquí también hay cerezos en flor, así que rompemos la asociación cerezo-Japón y establecemos el nuevo modelo cerezo-Nueva York sin dudarlo un instante. De momento hace sol, pero el tiempo ha dicho que estaría nublado e incluso llovería.
En Broadway nos encontramos con un green market. Puestos en la calle vendiendo pescado, apple cyder, pan, frutas y hortalizas, todo con un aspecto bastante apetitoso y aséptico, nada que ver con los hirvientes mercadillos españoles.
Desayunamos en Tom’s diner —hola, Eva—, que es el diner de Seynfield —yo no he visto Seynfield, pero había muchas fotos y recortes, así que no tengo por qué dudar de ello— y nos apretamos el segundo desayuno pantagruélico, bocata de pollo, tortitas y café esta vez. Más agua con hielo y la condena de las propinas.
Sólo siendo negro y estando bueno puede vestirse un desigual con dignidad. |
En Harlem las calles son tan anchas como en el resto de Manhattan, pero parecen mayores por el cambio de ritmo en las aceras, escaparates y calzadas. Vamos directos a la iglesia sin entretenermos porque no vamos muy bien de tiempo. Encontramos una cola bastante seria y nos sumamos al final. La espera resulta espectacular, ver a los negros pasar con el traje de los domingos es fantástico y no me siento digno ni capacitado para intentar describirlo. Hago unas cuantas fotos sin demasiado espíritu intrépido y me desespero escuchando la música que sale del interior. Tiene aspecto de ser grandioso. De pronto la cola se disuelve, no va más. Con el firme propósito de volver el próximo domingo nos obligamos a marchar.
12:00h. 42nd st. y Times Sq.
Bajamos en metro hasta la 42st. y salimos a la superficie en pleno cogollo central, ante el New York Times y bajo un cielo ya nublado. Mientras poso para la foto de rigor veo a un grupo de negras posar muchísimo mejor que yo y sigo suspirando por la belleza de la raza y su talento para el adorno.
El paseo hasta Times Square es sorprendentemente emocionante. Luces, marquesinas y turistas abruman a cualquiera entre el olor a comida y el ruido del tráfico. Una vez allí busco el lugar donde recoger el New York Pass —abono turístico general por días— durante un rato mientras me disloco el pescuezo mirándolo todo. Me hago con él en la tienda del Planet Hollywood gracias a un dependiente al que entiendo mejor en inglés que en español. Visitamos el Toys’R’us en busca de una Barbie de cine para la colección —no está muy bien surtido, sólo hay un Don Draper y una Alexis Carrington—. De ahí a la tienda Disney, donde hacemos algunas adquisiciones y un amable empleado de avanzada edad, suave cutis, grandes orejas y mayores conocimientos de historia Disney nos explica la historia de Mickey y la anterior mascota, que acabó perteneciendo a no sé qué equipo de baseball.
Volvemos a las calles y plantamos el culo en los escalones que sirven de techo a los kioskos del Tsktsktsk ese donde venden entradas de último minuto para espectáculos. El sol sale un rato, respiramos el aire legendario del lugar y dejamos pasar un buen rato entre turistas y actores que animan el cotarro interpretando historias de amor, acción y terror bajo las pantallas gigantes y afiches de musicales. Allí sentado suspiro y me identifico con aquellas senegalesas que llevaron a ver el mar por primera vez, que corrían aterrorizadas tierra adentro primero y lloraban como niñas después.
Pero llega un momento en que hay que sobreponerse y seguir camino. Entre los carritos de salchichas y souvenirs nos acercamos a algún bazar donde anuncian iPad2 en stock. ¡Usura! Los muy bribones los venden a 200$ más que en la tienda. Ya nos habían contado que para conseguir uno en la tienda Apple hay que hacer cola desde las 4 de la mañana.
15:00h. Bryant Park.
Vamos a Bryant Park haciendo parada en la tienda HBO, minúscula y ocupada por la exposición de ropajes Juego de Tronos. Salimos de allí con el Family Cook Book de Los Soprano y un llavero con el emblema de los Stark —la ciudad no es para ti, Stark—, compramos unos bebedizos azucarados y unas salchichas y nos sentamos en el parque.
Y ahora voy a hablarles del parque, pero antes sepan ustedes que esto se repite por toda la ciudad, y que por alguna razón, no están tomados por perroflautas y alcohólicos, y que todo funciona y está limpio y se puede disfrutar sin pagar.
Qué a gusto se queda uno cuando cumple con el deber de peregrinar a HBO al menos una vez en la vida. |
Hay mesitas y sillas, que el personal del parque mantienen limpios. Hay una pequeña biblioteca, periódicos... Hay wifi abierto. Hay sitio libre, hay césped limpio. Hay un servicio público en una caseta coqueta y limpia como los chorros del oro, y el cagadero lleva un sistema robótico automático que cambia el forro de la tapa del wáter para que los usuarios no hagamos mediante la propiedad transitiva un culo con culo no deseado. Gloria bendita. El ambiente es formidable, gente guapa y bien vestida, negros recios jugando al ajedrez, ejecutivos malcomiendo ante el ordenador y gente que lee plácidamente. Otro esfuerzo para seguir camino. Volveremos, Bryant Park y New York Public Library.
La variedad de bebidas azucaradas es inconmensurable. |
16:30h B&H photovideo.
Bajamos a pie hasta la 34st, a B&H, tienda de fotografía y video robotizada, organizada, regentada y atendida por judíos con el kit completo: kipá, patillas, faja con flecos y chaleco negro. Tras dudar por última vez, decidimos mantenernos al margen de la fotografía réflex y optamos por la Canon G12. Se hace una cola aquí, llegas al mostrador en un par de minutos, te enseñan la cámara y con mucha educación y afabilidad te colocan el pack completo, que sitúan en unas bandejas que se desplazan por unas cintas transportadoras mecanizadas que se incorporan a un sistema de transporte que discurre por todo el techo de las distintas plantas de la tienda y que tiene como resultado que te encuentres con toda tu compra empaquetada tras haber hecho el pago en las cajas.
Aquí tampoco tienen iPad2 en stock, por cierto. En cualquier caso nos dicen que podemos hacer una reserva y que si no llega antes de que volvamos a España se anula y santas pascuas, así que hago la reserva y nos piramos.
18:00h Lower Manhattan.
Seguimos camino hasta el cogollo sur, a pasear como comecocos entre rascacielos. Está nublado y hace rasca al emerger entre tanta y tan juntita torre. Aquí el paseo también resulta bastante impresionante y pernicioso para el pescuezo pues va uno todo el camino mirando para arriba tratando de hacerse una idea de la escala y las dimensiones. Las calles están atestadas de turistas y hay un mercadillo de comida y abalorios. Panochas asadas, kebabs, salchichazas, fundas para el móvil, bolsos, gorras y demás cosas propias de cualquier paseo marítimo.
Qué bonitas Trinity Church con sus coqueto cementerio, con qué donaire aguanta el tipo entre tanto titán que la avasalla.
Nos acercamos a la zona 0 todo lo que nos deja la reja, donde se puede ver el aspecto futuro del lugar. La torre, que así sobre el modelo no tiene un aspecto demasiado atractivo está ya a medio construir. Con los agujeros que ha dejado la cimentación de las dos gemelas WTC van a construir un par de fuentes titánicas.
Tras mucho trotar por las calles que es lo mejor que puede hacer uno en esta ciudad nos asomamos al Century 21, que es la meca neoyorquina de las compras cutres. Esto es el Sepu sin probadores, así que salimos como gato que trepa una olla con un par de levis en las alforjas. Ah, y un paraguas como la pata de un camello porque dice el tiempo que mañana llueve.
Zona 0. |
Con el pescuezo dislocao. |
22:30 Lombardi's
Cuando salgo del Century21 tengo ya un respetable dolor de espalda que sólo se me calma cuando me siento. Así que damos de mano y subimos en metro a catar esa pizza de albóndigas de la que tanto nos han hablado. Lombardi's está en Spring con Mott, y como hay cola nos apuntamos y nos tomamos unos nachos con cocacola en un sitio justo al lado. La cocacola está mucho más rica en USA que en España, así os lo digo. Sabe más dulce, pero no dulzor de azúcar, sino dulzor de caramelo. Y una vez asentado dicho descubrimiento volvemos a Lombardi's donde pedimos una pizza de armóndigas y otra de ricotta. Está muy buena, pero los rufianes de la mesa de al lado se han pedido una copa de soda con montaña de nata encima que me deja obsesionado hasta el día de hoy.
Son ya más de las doce de la noche y cada vez que me levanto me mata la espalda, así que volvemos a casa y, al poner la tele, ZAS, la campaná.
Deliciosa cocacola americana. |
Cocacola's tiffani's en's Lombardi's |
24:00 Obama & Osama.
Osama is dead. Las gentes celebran en algarabía en Times Square y en la Casa Blanca y a éstas que aparece Obama a dar la cara. Estos americanos sí saben dar un discurso. Además de que Obama habla como los mismísimos arcángeles y tiene un carisma que no se puede aguantar, la puesta en escena es seria y contundente. Plano de un pasillo alfombrado de rojo con un atril al frente. Se abre una puerta en el horizonte y Obama camina firme y sin nervio hasta el atril, donde suelta su dircurso y deshace el camino hasta desaparecer de nuevo tras la puerta.
Pues menudo momento ha escogido Obama para acabar con Osama, pienso mientras pierdo la consciencia y babeo la almohada.
Lloro recordando el bocadillo de Pollo de Tom's y la Pizza de albóndigas de Lombardi's, que sabrosez más grande.
ResponderEliminar¡Bravo! Me fascina la cantidad de cosas que hacéis en ayunas, antes del desayuno, sin desmayaros ni desfallecer. Y la verdad es que el relato es tan molón que siento ganas no de volver a Nueva York, sino de ir exactamente en la época y el momento en el que estuvisteis vosotros, con los cerezos en flor y Juego de tronos en la tienda de la HBO.
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