Y súbitamente amanece nuestro último día en Nueva York, para acabar con el cansancio de nuestros cuerpos, que nos anestesia y sabiamente evita que la pena prevalezca. La pena dulce que se ha apoderado de mí mientras construía estas crónicas, a veces sin mucho tiempo para disfrutarlas y elaborarlas como se merecen. Conclusión, ésta es una ciudad para visitar una semanita al año. Para vivirla uno o dos años y luego visitarla una semana al año.
Este día de hoy vamos a dedicarlo a bajar a Lower Manhattan a hacer unos encargos y a subir Broadway a pata hasta que nos cansemos. Los encargos quedan cumplidos en un ratito y comenzamos la subida desde la Trinity Church hasta Union Square, tomando la medida a Manhattan, que no es tan grande como piensa uno desde casa, cuando Nueva York es un lugar mítico que no pertenece al mundo real y en el que viven los otros. A partir de ahora, dejará de ser un lugar legendario en nuestras mentes, y cuando escuchemos Soho, West 4 o Chelsea, tendremos una idea exacta del dónde, el cómo de grande y el qué clase de gente deambula por allí, sintiéndonos cateta y deliciosamente parte de la parte del mundo que importa. Esa misma tarde, esperando la hora de embarque en el aeropuerto, empiezo By nightfall de Michael Cunningham y me regocijo de leer Mercer St. y Columbus Circle, estrenando el placer grande de leer y saber qué lugares son esos como cuando uno viene a vivir a Madrid y lee las divertidísimas novelas de Galdós.
El día se va con el paseo, un masaje de 10 minutes/10$ que dan unas chinas junto a la Strand, hacer la maleta, cerrar el círculo comiendo en El Malecón y trasponer al aeropuerto en metro (viajecito de casi hora y media).
Tras un vuelo coñazo y sumamente incómodo —que sale por retraso porque la tripulación ha llegado tarde, lo cual desencadena un retraso adicional porque en Barajas nos hacen esperar para tomar tierra— llegamos a casa, abandonamos las maletas y repasamos las fotos disfrutando del confort del hogar. Qué distinto es volar a la ida de volar a la vuelta.
Este día de hoy vamos a dedicarlo a bajar a Lower Manhattan a hacer unos encargos y a subir Broadway a pata hasta que nos cansemos. Los encargos quedan cumplidos en un ratito y comenzamos la subida desde la Trinity Church hasta Union Square, tomando la medida a Manhattan, que no es tan grande como piensa uno desde casa, cuando Nueva York es un lugar mítico que no pertenece al mundo real y en el que viven los otros. A partir de ahora, dejará de ser un lugar legendario en nuestras mentes, y cuando escuchemos Soho, West 4 o Chelsea, tendremos una idea exacta del dónde, el cómo de grande y el qué clase de gente deambula por allí, sintiéndonos cateta y deliciosamente parte de la parte del mundo que importa. Esa misma tarde, esperando la hora de embarque en el aeropuerto, empiezo By nightfall de Michael Cunningham y me regocijo de leer Mercer St. y Columbus Circle, estrenando el placer grande de leer y saber qué lugares son esos como cuando uno viene a vivir a Madrid y lee las divertidísimas novelas de Galdós.
El día se va con el paseo, un masaje de 10 minutes/10$ que dan unas chinas junto a la Strand, hacer la maleta, cerrar el círculo comiendo en El Malecón y trasponer al aeropuerto en metro (viajecito de casi hora y media).
Tras un vuelo coñazo y sumamente incómodo —que sale por retraso porque la tripulación ha llegado tarde, lo cual desencadena un retraso adicional porque en Barajas nos hacen esperar para tomar tierra— llegamos a casa, abandonamos las maletas y repasamos las fotos disfrutando del confort del hogar. Qué distinto es volar a la ida de volar a la vuelta.
Gracias a todos ustedes que nos guiaron y aconsejaron haciendo de estos días algo mucho más sabroso, divertido, fácil y provechoso. Y gracias sobre todo a María Antonia, nuestra anfitriona, por su amabilidad, su paciencia, su casa y su compañía; por este enorme regalo que nos has hecho. Un beso grande.
Qué penita, casi dan ganas de subvencionarte un viaje el año que viene :-)
ResponderEliminarExcelentes de verdad, gracias
¡Muchas gracias!
ResponderEliminarSuperfán de tu viaje, yo voy un par de días más y no haré ni la mitad. Me siento en una terraza del Village con una Sam Adams y se me pasa el día viendo pasar gente.
ResponderEliminar¡Pero qué bonito!
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