domingo, 18 de marzo de 2012

Madrid - Fiumicino - Tokyo

Madrid, 16/3/2012.

Anoche estuve haciendo la maleta y desapolillando este artefacto, de manera que he dormido 5 horas. Fui a trabajar y recordadé una vieja enseñanza impepinable: que te hagan ir a trabajar la víspera de vacaciones es absurdo, no beneficia ni a la empresa ni al trabajador. España, vergüenza de tus hijos.

Celebré día tan especial apretándome para desayunar una palmera de cacao gigante Martínez de las máquinas de vending de la oficina. Ni que decir tiene que lo de gigante es mentira, lo pone en el envoltorio, pero es una palmera mediana, aunque te la cobran como gigante. Desen por malditos los señores del vending y prosigamos. Me dio tiempo a liquidar unos asuntos y me piré a casa a echar la siesta, porque a partir de esta madrugada he de enfrentarme a un vuelo infernal y al jet lag y a la clásica doble pareja cacareadora de españoles que invariablemente te toca cerca en los avión y no te deja vivir.

Ya debería saber el lector espabilado que a mí me encanta aprovechar y me encanta usar el verbo aprovechar en voz alta después de haber sacado provecho y para animar a todo el mundo a que se aproveche de lo que le pongan por delante; de manera que para aprovechar el día y evitar el sueño, quedamos con unos amigos para estrenar oportunísimamente el Mario Party 9, doctrina de la que somos fervientes practicantes estos amigos y los desde hace ya tres ediciones. Ya veis, a nuestra edad nos disfrazamos de los personajes y hacemos estadísticas de las partidas muy japonesamente.


Madrid, 17/3/2012.

Dos maletas de cabina y una mochila que no llega a cinco kilos es todo nuestro equipaje. Todos aquellos lectores que os arrimáis al Tío Matt en busca de sus locos y volteadores estilismos ya podéis pinchar aquí, porque nosotros vamos a salir en todas las fotos con la misma ropa y los japos llevan todos, absolutamente todos, el peinado de Laura Valenzuela. Confiemos en que las cosplayers tokiotas aporten variedad y osadía como en un casual friday cualquiera de qualsevolt empresa de ingeniería.

En realidad llevamos también unas mariconeras para acarrear a diario nuestras cositas íntimas (elimina esa imagen de tu mente, no me refiero a productos para el coño) y valiosas, como este cachibache desde el que os escribo, la máquina de retratar y todo eso. Asín pertrechados salimos de casa a las 3:30 y tomamos un taxi en la calle Segovia que nos deja en la terminal 2 de Barajas a las 4:00 horas. Para los estudiosos del futuro que encuentren este texto en el microchip congelado de un hombre fosilizado aportaré el siguiente dato: un taxi del centro al aeropuerto de Madrid cuesta, un sábado de madrugada, 29€. Otro día os explicaré lo que opino de la gente que sostiene que todo lo que está dentro de la M30 es el centro de Madrid.

A las 6 salimos para Fiumicino, un aeropuerto un poco viva la virgen, if you ask for my opinion, en el que entramos en contacto con este mundo le coiffeure nipón. No estoy hablando de ellas, que las hay bastante estilosas, estoy hablando de esos grotescos jovenzuelos y sus clónicas coberturas. Es pelo como de una pieza. Da la sensación de peluca de clic de Playmobil. El mundo nipón me descoloca por completo en el noble y milenario arte del psicoanálisis barato, así que soy incapaz de extraer el mensaje que estos jovenzuelos zangolotinos intentan comunicar con su pelo.

La densidad de adolescentes grotescos es la misma que en España, y la verdad es que he visto varios individuos bastante bien ataviados, con aspecto de ser esbelto que trota por el mundo limpio y grácil como gacela por la pradera.

También he visto unas señoras de pelaje frito y bolsas coloradas del Ferrari Shop que debían estar en tránsito hacia Bucarest. En las hora que hemos estado allí esperando han pasado una paloma y otro pájaro negro con pinta de cuervo pero en pequeño que supongo no volverán a volar a la luz del día. Fiumicino es un trampa mortal para aves.

Ya estibados en un Boeing 777 rumbo a Tokyo, los señores de Alitalia nos están dando mucho de menear el bigote, supongo que para evitar que se nos forme un trombo en la arteria femoral o alguien, presa de una crisis nerviosa, despiece con sus propias manos a la doble pareja española cacareadora. La gallina alfa del grupo ha aprovechado el último momento para telefonear a su madre y a su abuelo a voz en grito y luego se ha colocado de rodillas sobre su asiento para así proyectar sus estupideces con la eficacia adecuada. Han formado la clásica doble conversación simultánea por sexos y en cuanto les han dado de comer (había japonés o italiano) se han sobado unas horas. Lamentablemente se han despertado para la merienda y han decidido que en esta nave de 283 pasajeros no hay quien tenga cojones de hacer más ruido que ellos y andan comentando que hay grupos de Facebook que están superbién XD.

Hemos salido de Roma con retraso, pero parece ser que llagaremos a Narita a tiempo, y en el ínterin les cuento todo esto. Ahora, para darle la razón a los que dicen que esa tomadura de pelo universal de caducidad instantánea que fue Perdidos supuso un antes y un después en la historia de la ingeniería narrativa, me dispongo a hacer un flash forward, porque en cuanto aterricemos tengo que localizar el Okachimachi Station Hotel, darme una ducha y registrarme sin andorreo en el II Congreso Internacional Cementerio List, así que no tendré tiempo de completar la crónica. Allí nos espera como agua de mayo Sir Maikol Ichiban, que lleva dos semanas en Japón realizando una inestimable labor de ranger montaraz neutral bueno y que es el que avistó los vuelos ida y vuelta a Tokyo por 450€ y por tanto principal responsable de que los Penderton estemos ahora mismo sobrevolando algún lugar de China.

Pero vamos con el flash forward. Los señores de Alitalia nos dan la cena, la gallina alfa se atraganta y muere, así que podemos dormir el resto del viaje y aterrizamos en Narita sin percance ni dolor de raspa a las 7 de la mañana hora local tras doce horas de vuelo. Pum, Lost.

 

 

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