viernes, 12 de octubre de 2012

Tokio. 4/4/2012

El periplo hasta Tokio comienza con un tramo a pie desde el hotel hasta la estación Shinkansen de Hiroshima. Hace un día esplendoroso, ni rastro de nubes ni de la lluvia de ayer. El viaje se hace en dos trayectos, viajamos en asientos no reservados, los trenes van bastante llenos pero no tenemos problema para sentarnos juntos. En el transbordo compramos unos bentos, aprovechando nuestra última oportunidad para experimentar la costumbre local de almorzar en el tren un bento comprado en el andén. El resultado es satisfactorio, como para comerse un par de ellos.

El monte Fuji desde el shinkansen.

Desde la estación de Shinjuku —recuerden, la estación más concurrida del mundo, el laberinto en el que si te equivocas de camino puedes emerger a la superficie en cualquier parte de la ciudad— vamos caminando hasta el hotel New City, cruzando el parque Chuo-koen, donde viven muchos mendigos alrededor de sus cajas vivienda cubiertas con un toldo. El parque está limpio y no produce la menor sensación de inseguridad; los mendigos toman el sol con sus colegas y sus gatitos. El hotel tiene un tufo bastante Torremolinos 73 y no tiene onsen, pero es barato —dos noches, habitación doble por 95€—. Tras descansar un rato salimos a dar un paseo por Shinjuku. Volvemos a recorrer las callejuelas de señoritos de compañía, de karaokes y cibercafés. Compramos una mascarilla para retratarnos mimetizados con el ambiente, hacemos unas compras en el Don Quixote y otras cuantas compras en New Records, una cadena de tiendas de música y películas. La de Shinjuku ocupa un edificio entero, con una escaleray un ascensor claustrofóbicos completamente cubiertos de pósters y pegatinas, sin ventanas en ninguna de sus plantas.  En la planta de cine y música de ídem descubrimos un posible negocio para el turista que visite Tokio. El Bluray de La piel que habito (edición americana), cuesta 50€. Averigüe usted qué películas de culto están ya a la venta aquí, compre un par de ejemplares por 20€ y véndalas en Japón. También tienen una edición especial en DVD de ‘Quién puede matar a un niño’, también por 50€. Ésta sí que parece una edición japonesa.
Ya es de noche y nos acercamos al barrio gay con los siguientes resultados: es minúsculo y está desierto. Bien es cierto que es miércoles por la noche, pero oigan, un miércoles noche en Chueca la marea invertida es caudalosa, y Tokio es una ciudad de 35 millones de habitantes, ¿cómo es posible que el barrio gay consista en un pequeño laberinto de 10 calles en oscuridad? Hay algún que otro local a pie de calle, principalmente un lugar llamado Advocates Café, pequeño, en el que casi toda la clientela es occidental, una tienda de cómics y dildos. Hay que mirar hacia arriba para observar los luminosos de los locales que hay en las plantas superiores de los edificios. Osos, leones, cerdos y kanjis. Lo de los osos ya ha llegado hasta aquí —estamos ya en el ocaso de la invasión osa— ¿pero qué coño son los leones y los cerdos? Supongo que este tsunami aún tardará unos años en llegar aquí.
Cenamos tempura en un MacDonnads de tempura —¿quién puede resistirse al jap trash food?— y volvemos al hotel caminando, atravesando la zona de Nishi-Shinjuku, plagada de tiendas de electrónica y fotografía, con voceros promocionando en la puerta, y plenty of restaurants repletos de ejecutivos borrachos fumando como chimeneas, bebiendo cerveza y aguantándose unos a otros. Una zona con un ambiente estupendo, la verdad. Tomamos nota para volver a cenar mañana y, completamente agotados, conseguimos encontrar el camino del hotel tras dar un buen rodeo entre los rascacielos del barrio.
Al fondo Tokio-Tocho.

Chuo-Koen Park y los carritos de los mendigos.







Nekko Bar.

Gay stuff.

¿Qué invertidas delicias habitan los pisos superiores?

Edificio gay de arriba a abajo.

¿Seré aquí un sex symbol?

Concierto en la puerta de Disk Union Shinjuku.


Gaijin gaijin.


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