miércoles, 15 de junio de 2011

9/5/2011 - Nueva York, día 10.

Hoy, nuestro último día completo en Nueva York está dedicado a una de las partes más apetitosas, el Midtown East. Y les adelanto que además de uno de los más encantadores lugares de la city se trata sin duda de la zona donde los hombres son más hermosotes o están más buenorros, escoja usted la opción que más se adecúe a su sensibilidad.

Empezamos, como otras veces, por Columbus Circle, donde nos deja el metro. Aquí cruzamos por la 59th st. hasta la 5th Ave y entramos al parque por esta esquina tras sortear a los señores que alquilan bicis, ofrecen paseos en coche de caballo o carrobici y comprar un par de carteles de lata para la cocina. Damos un paseo mañanero por la parte sureste del parque, alrededor del pequeño lago por donde ramonean las familias de patitos a la sombra del Hotel Plaza.


Salimos por donde hemos entrado y decidimos volver a probar suerte en la Apple Store, a pesar de que son ya las 12. Pues bien, todo aquello que decían de las colas a las 6 de la mañana parece que ha pasado a la historia. Tienen Ipad2 en stock y, para desgracia del sector editorial del tebeo en España, me compro uno. A partir de ahora, sólo compraré tebeos que me gusten, se acabó el comprar por probar. Y además ya tengo amortizados 120 euros que me hubiesen costado los X-Men de Joss Whedon.
Satisfechos por nuestras compras como buenos materialistas de nuestro tiempo bajamos la 5th ave hasta la calle 57 por donde caminamos hasta Sutton Place siguiendo atentamente la estupenda guía neoyorquina de Torregrosa —no lo busquen en el google que me la mandó recién hecha por email.
Aquí nos retratamos ante el Queensboro Bridge, donde la famosa portada de Manhattan (la 58th st con Sutton Place), disfrutamos un rato del calmado ambiente ricachón, de niñeras conversando en spanglish en el parque mientras los niños millonarios juegan por ahí, de mansiones donde vive el presidente de la ONU y de otras casas que no son mansiones pero les falta poco. Este sitio me parece bastante idóneo para vivir cuando sea rico, la verdad. De momento va en cabeza.
Sutton Place y Queensboro Bridge.
Y recuerden...

A partir de ahora damos un largo paseo por 5th Ave y Park Avenue, viendo pasar ejecutivos entre los cuales hay un alto porcentaje de macizorros altamente macizorros. No sé si será el traje y el maletín, no sé si la belleza será un arma altamente eficaz también para el hombre en esta vorágine financiera y empresarial.  No quiero dejar pasar la oportunidad de dejar constancia de que la combinación ejecutivo-negro tiene como resultado auténticos semidioses que caminan por la acera a tu lado como la gran ballena blanca se desplaza en el océano sin atender a los pececillos que pueda llevarse por delante.
Hace un día precioso para pasear entre estos trabajadores encorbatados que comen fastfood sentados en los escalones del Seagram Building (375 Park Avenue). Pasamos por el Waldorf Astoria y miramos babeantes el anuncio de su desayuno buffet de 150$, comemos en el wendys junto al Chrysler (mejor que el McDonadls, sobre todo las patatas).
Escaparate de Tiffany's.
No encontré quien me diese 20$ para ir al tocador.

Papadas bajo el Seagram.
Escultura gigante osito flexo en el Seagram.

Entramos a la Grand Central Station, con su primoroso vestíbulo y sus atractivos ejecutivos con traje y mochila deportiva. No sabemos si van o vienen de esos barrios donde vivían Cheever y Don Draper, pero ya he visto varios puñados de ellos que dejan a Draper a la altura de un cateto en una boda.
La tarde la dedicamos a más pasear, otra vez el Chrysler, la biblioteca pública, la Nintendo Store —donde debí haberme comprado una mochila tuneada con los mandos de la SNES y una camiseta de Billy Bullet— y clausuramos en Bryant Park, sentados al sol en unas sillitas a la espera de que aparezca María Antonia.
En la Grand Central Station contemplando las constelaciones.
Estrenamos el iPad en la NYC Public Library.
Me despido de Bryant Park apurando los últimos rayitos de sol.
En la Nintendo Store, donde cometí dos errores.

Con ella damos otro paseo hasta la 1st ave, con la intención de cruzar a Queens y ver Manhattan desde allí, pero cambiamos de opinión y decidimos ir a tomar unas copichuelas por algún bar de hotel. El primer intento, en el King Cole Bar (donde se supone que sirven uno de los mejores dry martinis de Manhattan) del hotel Saint-Regis (55th st. con la 5th ave.) falla por causa de mi pantalón corto, es que no se puede ser tan dominguero. Recuérdenme que siempre lleve un pantalón largo en la mochila y que use camisa en lugar de camiseta, que me sienta mucho mejor y salgo más guapo en las fotos. En la terraza del hotel Peninsula (55th st. con la 5th ave) hay otro bar en el que sí me aceptan con estas pintas. Aún así nos piden la tarjeta de crédito antes de traernos las bebidas. Me tomo un negroni riquísimo y vemos anochecer entre torres iluminadas.
Y esto que han leído en un suspiro nos ha llevado el día entero y nos ha dejado agotados, así que nos vamos a casa a cenar un sandwich y dormir. Vamos extrayendo una enseñanza, Nueva York es una ciudad para visitar una semana al año, porque siempre estaremos deseando volver y porque el cansancio hace mella, como pueden comprobar por la disminución del número de fotos.

Otro gran día a la saca.





Negronis en el bar del Peninsula.

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